Leyendo el artículo publicado este último domingo en el Diario El Comercio, denominado “Tecnología Inclusiva. Sentidos Digitales” me vino a la memoria una feliz experiencia que tuve el año pasado, que comparto a continuación.
Recibí en mi notaria a un joven con discapacidad intelectual, que se comunicaba con el entorno a través del uso de la tecnología. Él podía hablar, leía y entendía, pero voluntariamente no hablaba con extraños, para ello utilizaba una “Tablet” que tenía instalado un programa que emitía una voz con las respuestas que él mismo programaba en su Tablet, cuando deseaba manifestar su voluntad.
En la entrevista, le hice diversas preguntas, tales como su nombre, dirección, con quien vivía, como se llamaban sus padres, diversas preguntas que él respondía usando la tecnología antes detallada. Al final de cada respuesta él me miraba, esperando ver mi reacción o esperando la siguiente pregunta. Cuando repetía alguna pregunta anteriormente formulada, me contestaba: “eso ya lo respondí, ¿no te acuerdas?” Lo que terminó de convencerme que el sistema de comunicación bajo estas circunstancias era perfecto fue cuando le pregunté: ¿Cuál es tu comida favorita? Su respuesta fue la siguiente: “El pollo a la brasa, así que apúrate porque me han ofrecido llevarme a almorzar al Norkys que esta muy cerca de tu notaria en cuanto terminemos con esto”.
No formulé más preguntas, me convenció que sí podía manifestar voluntad tal y conforme lo establece el Código Civil a partir de la vigencia de la última modificación que reconoce la capacidad jurídica de las personas con discapacidad, incluso de aquellas que requieren de ajustes razonables o la intervención de apoyos para ello.